30 de marzo de 2008

Alfabetizando ambientalmente: Construyendo un modelo de educación y comunicación para la sustentabilidad

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán[1]

Resumen
Ante la urgencia de contener y revertir la crisis ambiental, que ha vuelto a quedar manifiesta por las evidencias del cambio climático, la presente ponencia trabaja desde los elementos que aporta la educación y la comunicación ambiental conceptos como los de ambiente, crisis ambiental y sustentabilidad que en la literatura ambiental con frecuencia son tergiversados o usados con sinónimos, como ecología, problemática ambiental y desarrollo sustentable que no han resultado efectivos para el reconocimiento del tamaño problema que enfrenta la humanidad de la presente generación. El redimensionar estos conceptos es un regreso al lo básico para la construcción de un modelo de comunicación ambiental que aspire a una mayor efectividad en un indispensable proceso de alfabetización.

Introducción.
Estamos en los albores de cumplir cuatro décadas[2] de que la discusión pública sobre lo que era concebido en principio como problemas ecológicos, de sobrepoblación o de contaminación. Lo anterior, sobre todo por que la manifestación de problemas locales de deterioro, comenzaron a dimensionarse a una escala mayor por diversas evidencias (perdida de biodiversidad y cubierta vegetal, agujero en la capa de ozono, alteraciones climáticas, etc.) como una innegable crisis ambiental global que atentaba contra toda forma de vida en el planeta tierra. No se trata de la primera crisis ambiental por la que pasa nuestro planeta – pensemos en las glaciaciones - , sin embargo, si es la primera que tiene que ver -con diversos niveles de responsabilidad- con una especie viva que lo habita y más concretamente, en como en los últimos siglos se relacionaba con la naturaleza para satisfacer necesidades.

A pesar de esta presencia cada vez más notable en la agenda pública de la sociedad - política y civil – de lo ambiental, creemos que todavía no hemos podido comunicar la gravedad de la situación con la suficiente fuerza, que hagan saber del riesgo en el que estamos como especie (dado que aún en el escenario de más pesimista; la naturaleza nos sobrevivirá en alguna forma). Para decirlo de una vez: la población del planeta en su generalidad no tiene información confiable, suficiente y pertinente sobre la crisis ambiental y el papel de la sustentabilidad como alternativa a la misma.
El comunicador ambiental Hernán Sorhuet (2008) sostiene en relación a la emergencia del cambio climático como ejemplo emblemático de la grave crisis ambiental actual, que:
es evidente que su presencia acorta los plazos y reduce los niveles de paciencia. Es un fenómeno con una característica única y para muchos novedosa: afectará a toda la humanidad. Y aunque lo hará de diferente manera, en todos los casos será lo suficientemente grave como para movernos el piso.

¿Está consciente la sociedad que debe participar en la preparación de las medidas de adaptación y mitigación al cambio climático? ¿Cómo y cuando lo hará? A medida que nos enteramos de nuestras vulnerabilidades y de la prospectiva del problema, urge responder esas preguntas.

En estos días la información que recibe la sociedad sobre el devenir del calentamiento global parece abundante. Sin embargo no es de buena calidad, porque el mensaje general que deja es que el problema está aún lejano a nuestra realidad personal y grupal. Y no se así.

El presente artículo tiene entonces el cometido de iniciar el desarrollo de un modelo de comunicación para la sustentabilidad, partiendo de lo básico; esclarecer cuatro conceptos elementales en el necesario y ya impostergable debate ambiental, que aunque ya iniciado en nuestro país, es todavía lejano del uso preciso de los términos y poco claro tanto en la vida cotidiana como en la política pública ambiental que parece, habrá que decirlo, perder foco sexenio tras sexenio en esta materia.

Los conceptos para iniciar este proceso de alfabetización son el de ambiente, crisis ambiental, la sustentabilidad y comunicación ambiental. Los cuales son relevantes, si vemos que los pocos comunicados ambientales confunden con frecuencia, al ambiente con naturaleza; a la crisis con problemática ambiental; al desarrollo sustentable con la sustentabilidad; y la comunicación ambiental con simple información “científica”, dando lugar a innumerables sesgos y tergiversaciones desde ideológicos, semánticos, hasta políticos, económicos y por supuesto, de comunicación.

a) El ambiente: una polisemia.
El camino del reconocimiento para comunicar la sustentabilidad ambiental ha sido aunque vertiginoso en su urgencia percibida por la sociedad, tergiversado y limitado en la cabal comprensión casi generalizada. Todavía en la actualidad se escucha con frecuencia frases como “protejamos a la naturaleza”;"defendamos la Ecología"; “iniciemos la sustentabilidad financiera”; “ salvemos al mundo” o en in reciente spot gubernamental “reforestemos para mantener ocupados a nuestros campesinos”, dicha por políticos, líderes de opinión, actores sociales, comunicadores, empresarios, científicos, medios y hasta seudo-ambientalistas.
Comenzaremos por precisar que el término Ecología como distinto al de ambiente por que no alcanza para definir la compleja red que es la cuestión ambiental. En sentido estricto Ecología es una disciplina científica encargada de la relación de las especies con su entorno. El ambiente es mucho más que eso. Basta decir hasta el momento que la gran mayoría de los problemas ambientales tienen una honda raíz social de origen. Piense usted en el que quiera (de la perdida de un bosque al incremento de los huracanes) y notará que su origen está en el estilo de desarrollo de la sociedad actual.
A lo largo de la pasada década fue quedando claro que el discurso ambiental, sobre todo por el ingrediente político que lo expresa no es, ni será nunca, un discurso único, neutro. Es múltiple, diverso y en un permanente debate y transformación como ha quedado demostrado en otros trabajos.[3] .
Hoy siguiendo a la canadiense Lucie Sauvé (l997) podemos diferenciar seis conceptos distintos de ambiente. Es importante esto por que dependiendo lo que se entienda, se tendrá o no comprensión del y se actuará en consecuencia de esta noción.
Estos son los conceptos y algunas reflexiones al respecto:
1. - El ambiente como naturaleza. Esta concepción limita el ambiente a "lo natural", de la que el hombre no esta inmerso, expulsado del paraíso terrenal por segunda vez, como lo asegura Gonzalez Gaudiano. De esta concepción, pueden desprenderse prácticas paisajistas, contemplativas o de regreso y admiración de la naturaleza.
2. - El ambiente como recurso. El ambiente es la externalidad económica (lo que queda fuera de los procesos productivos y en donde van a dar desecho) y, al mismo tiempo, la base material de todos los procesos de desarrollo. Este concepto es productivista (el ambiente es la reserva de la producción futura) y esta en la médula de la lógica de la conservación y, por supuesto, la acumulación.
3. - El ambiente como problema. Aquí los sinónimos son deterioro, amenaza, erosión y contaminación. Las respuestas son, casi siempre técnicas, fragmentarias y limitadas.
4. - El ambiente como medio de vida. Lo que se alude en realidad es el entorno (familiar, escolar, laboral). Es el contexto local en el que nos desenvolvemos y que transformamos. El ambiente es lo que nos rodea.
5. - El ambiente como biosfera. Es complementario y amplificado al anterior: es el planeta. La casa, el barco y la nave de todos. Que tiene límites cada vez más claros. Esta concepción es fundamentalmente filosófica; el planeta como ser viviente: Gaia.
6. - El ambiente como proyecto comunitario. Esta concepción remite a la re-apropiación y manejo adecuado de los recursos naturales, autonomía y democracia política, autosatisfacción económico-productiva y toma de decisiones local, teniendo en cuenta los componentes naturales y antrópicos. A diferencia de las otras concepciones aquí se unen conciencia, conocimiento y acción social sobre el entorno inmediato. El lugar ideal para comunicar ambientalmente y realizar acciones de sustentabilidad.

b) La crisis ambiental, mucho más que un problema.
Del mismo modo escuchamos en la vox populi en que se han erigido los medios en el mundo actual, que hay problemas ambiental y a continuación con se cita, por ejemplo, la contaminación atmosférica o a la basura para después enunciar una serie de soluciones (desde activistas hasta técnicas) que siempre resultan superficiales, parciales y frustrantes en su aplicación.[4] Los problemas ambientales no son sino síntomas de la enfermedad de nuestro mundo.
La forma de mayor contundencia de comunicar la crisis ambiental es ubicarla en un espacio: la globalización; en un tiempo: los últimos doscientos años; y en el entendimiento de que el deterioro paulatino de los recursos naturales, originado por el modo de producción dominante en occidente. Se trata entonces del análisis de la crisis ambiental a la luz de lo político, económico, social, y cultural, en el marco de las condiciones históricas de la sociedad industrial y post-industrial. Marquez (1996), define los ingredientes de la Crisis de la siguiente forma:

Esta relación hombre-naturaleza en la sociedad industrial se podría caracterizar por cuatro aspectos básicos: primero, por el control y la transformación del entorno natural realizado a partir del saber científico, es decir con el pleno conocimiento de causa de las implicaciones que tiene la intervención humana sobre aquél; segundo, por un fenómeno de escala que implica que muchas de las modificaciones sobre el entorno natural adquieren ahora un carácter planetario; tercero, porque existe una disociación entre lo recomendable a partir del conocimiento científico y los dictados de los intereses económicos y comerciales en muchas ocasiones contrapuestos y dominantes; y cuarto, porque nunca antes el hombre estuvo en capacidad de poner en riesgo su propia existencia a partir del crecimiento desigual y de su intervención depredadora de la naturaleza.

En otras palabras: control y modificación científica, en el ámbito planetario, ocasionados por intereses económicos, pone en riesgo la existencia de la vida humana.
Leff señala, por su parte, que la relación desarrollo-medio ambiente debe leerse bajo el enfoque de la sobredeterminación económica:

El conocimiento de los procesos de transformación de la naturaleza bajo el enfoque de la sobredeterminación de su proceso de producción y de reproducción sobre la transformación de las culturas y de sus ecosistemas, y a pensar en forma específica de inscripción de los procesos ecológicos en la dinámica del capital. El proceso de valorización del capital a escala mundial aparece como la causa sobredeterminante de la transformación de los ecosistemas, de su destrucción funcional y de la degradación de su potencial productivo primario” (Leff: 1994; p. 12).

Es por lo anterior, que las bases de la crisis ambiental deben encontrarse en el análisis del modo de producción, las condiciones del proceso de acumulación y de reproducción del capital a escala planetaria que ha implicado, en forma inevitable por los ritmos de extracción de las materias primas, el uso de los recursos naturales, y el cambio en el uso del medio natural.
La obtención indiscriminada de recursos de los ecosistemas en los últimos veinte años, no tiene precedente en la historia. Los problemas de deforestación, erosión, incremento poblacional, subconsumo y sobreconsumo, pérdida de la biodiversidad, pobreza, alteraciones atmosféricas y el mismo cambio climático significan, a su vez, limitantes al desarrollo actual y obligan a cambiar los modelos de desarrollo, no sólo para detener las causas que los producen sino también para revertirlos. (Arizpe L. y Carabias : 1992).

c) Del Desarrollo sustentable a la Sustentabilidad: caminos que divergieron.
Hace diez y seis años, en Río de Janeiro, Brasil, los representantes de 150 naciones se comprometieron a lograr la sustentabilidad planetaria en la Declaración de Río Sobre medio ambiente y desarrollo (1992). Este acuerdo venía precedido por un trabajo de definición conceptual realizado por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo publicado en 1987 bajo el nombre de Nuestro futuro común. Este documento puntualizaba el concepto que funda conceptualmente al desarrollo sustentable: “es el desarrollo que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.

Algunos teóricos (Carabias, Provencio: 1993) veían en este concepto dos vertientes muy claramente definidas: la ambientalista y la economisista.
El terreno económico se asumía implícitamente un desarrollo distinto sobre todo por la incapacidad de los modelos vigentes para superar los problemas estructurales del empleo, la concentración del ingreso, pobreza, atrasó tecnológico, heterogeneidad sectorial y, por supuesto, el deterioro de recursos naturales. Por otro lado el ambientalismo que había evolucionando en sus fines y metas en la década de los ochenta, había centrado la discusión más allá del conservacionismo y el agotamiento de los recursos naturales, avanzado a una visión global que daba cuenta de las complejas interrelaciones de los ecosistemas.
Los elementos que se desprendían de este primer concepto de desarrollo sustentable eran tres: la cobertura de necesidades básicas en la presente generación, la capacidad de carga de los sistemas naturales para lograrlo y la cobertura de las necesidades de las generaciones futuras.
La discusión que se desato después del informe de Nuestro futuro común (1987) queda establecida en la importancia que se da en los países del sur al primer elemento del concepto y los países del norte en el compromiso transgeneracional de un ambiente sano. Este debate estuvo presente en la Reunión de Río con puntos irreconciliables como el acuerdo sobre la Biodiversidad y más recientemente el Kyoto, sobre los límites a la producción de los gases de invernadero. Ambos jamás firmado por el gobierno de los Estados Unidos. Aunque habrá que reconocer que en diciembre (2007) pasado en Balí[5] la posición de los Estados Unidos comienza a modificarse- sobre todo al ir quedando aislados de los otros países- con relación al cambio climático.
Sin embargo, aquellas desavenencias en reuniones internacionales en la década de los noventa, originaron una disputa en los intereses de los países, que se reflejo en el uso y abuso del término que lo hizo polisémico, equivoco y hasta vació; cada quién lo usaba según sus propios intereses.
También ayudo a este proceso de desgaste la imprecisión conceptual del desarrollo sustentable desde el origen. El concepto adolece además de deficiencias conceptuales desde la perspectiva económica (no esta definido con claridad el valor de la naturaleza económicamente, tampoco hay indicadores de sustentabilidad económica, ni formas de controlar las externalidades como instrumentos y mecanismos eficaces) en lo ambiental se carece de una definición teórica precisa de lo que es el manejo integral de los recursos naturales y de la inclusión de bases ecológicas de tecnologías apropiadas y tradicionales, tampoco se aclara como hacer frente a las fuertes desigualdades sociales a escala planetaria. Por lo anterior, hay quienes han visto en el desarrollo sustentable una prolongación matizada y las estrategias desarrollistas (Sach, 1992).
En resumen en el concepto no quedaba claro si la propuesta de desarrollo sustentable era la base para la redefinición de la relación sociedad – naturaleza y por la tanto una transformación del proceso civilizatorio actual, basándose en una nueva racionalidad ambiental o otra forma de desarrollo dentro del mismo estilo de desarrollo dominante.
Leff (1998: II), va más lejos en su crítica al Desarrollo Sustentable, sostiene que este es un discurso suplantador de una idea genuina de proponer un desarrollo alternativo. En la última década hemos visto que el discurso ambiental crítico parece estar sometido a los dictados de la globalización económica. Leff es categórico:

Las estrategias de apropiación de los recursos naturales en el proceso de globalización económica han trasferido así sus efectos al campo teórico e ideológico. Es justamente en Río donde fue elaborado y aprobado un programa global (conocido como Agenda XXI) para normar el proceso de desarrollo con base en los principios de la sustentabilidad [...] ahora el discurso neoliberal afirma la desaparición de la contradicción entre ambiente y crecimiento. Los mecanismos de mercado se convierten en el medio más certero y eficaz para internalizar las condiciones ecológicas y los valores ambientales al proceso de crecimiento ecológico.

Se trata en pocas palabras de una reconciliación forzada de los contrarios: ambiente y crecimiento económico. Es –según el mismo autor - una vuelta más a la tuerca de racionalidad económica.
Por eso hoy se propuesto el término sustentadilidad como más próximo al tamaño de empresa que tiene la generación actual.
La sustentabilidad deberá considerar la ampliación del plano conceptual con una visión compleja de la realidad, así como espacial, es decir, un conocimiento en la globalización de las mercancías y de los recursos naturales y una temporalidad transgeneracional con respecto al futuro. También considera una construcción social participativa, los ritmos de recuperación de los ecosistemas, los beneficios económicos justos y sobre todo que la sustentabilidad es de base: producida desde abajo, en las comunidades a diferencia del desarrollo sustentable que fue una iniciativa de los organismos internacionales a los representantes gubernamentales.
Se trata ni más ni menos, de pensar al planeta y a la especie humana en forma distinta. Cambiar la concepción que se tiene de la identidad, satisfacción de necesidades, nacionalidad, soberanía, autonomía, género, ambiente y por supuesto, producción, distribución y consumo.
Leff (1998: III) propone que para construir esta sustentabilidad se debe incorporar un conjunto de valores y criterios que no pueden ser evaluados en modelos de racionalidad económica ni sometidos, por supuesto, a una medida del mercado. Son cuatro las esferas -estrechamente vinculadas- que deberán irse incorporando a la constitución de este concepto: una racionalidad sustantiva (que defina valores y objetivos con respecto a la sustentabilidad ecológica, equidad social, la diversidad ecológica y cultura, etc.); una racionalidad teórica (que sistematice los valores anteriores integrándolos en las condiciones materiales y las potencialidades ambientales y productivas); una racionalidad instrumental (que posibilite respuestas técnicas funcionales y operacionales de la anteriores racionalidades) y por último la racionalidad cultura (que produce la identidad e integridad de cada cultura dando coherencia en sus practicas sociales y productivas). Tareas todas ellas nada sencillas, pero inevitables, si queremos tener futuro, que inevitablemente pasaran por una forma de comunicar ambientalmente en forma distinta.

d) La Comunicación Ambiental: el ingrediente indispensable de la educación ambiental.
Como en el caso de la educación, la comunicación ambiental debe entenderse en principio como un saber interdisciplinario por siempre tener de base conocimiento científico y dado que en su núcleo se pueden integrar diversas disciplinas que aporten conceptos, metodologías y herramientas para entender y posibilitar la cabal apropiación a la sociedad de la complejidad ambiental.
La comunicación ambiental es entonces una herramienta de intervención social imprescindible en la educación y, en el mejor escenario, un medio para informar sobre la crisis ambiental, en sus manifestaciones, globales, nacionales y locales. Bajo el esquema de impactar en el pensamiento global para tomar decisiones locales. También a la inversa: pensar localmente y buscar el impacto planetario; por lo que debe posibilitar las alternativas comunicativas internas de las comunidades y al mismo tiempo extender las que generen las sociedades del conocimiento tendientes a la sustentabilidad.
Es indispensable aclararlo: la comunicación ambiental es un conocimiento y sus cada vez más amplias redes de difusión, necesaria – impostergable - para la generación presente y para las futuras lo será aún más. No es una opción. Es un asunto que nos compete y compromete a todos. Lo que está en juego no es sólo un problema ético, sino de la supervivencia de la vida en el planeta tierra y de la especie humana en particular, por el insostenible uso de los recursos naturales impuesto por el modelo de desarrollo económico dominante. Las prácticas socio-ambientales cotidianas, en las civilizaciones modernas, son evidencia de una cosmovisión a veces sincrética, con raíces históricas de diversa profundidad y se encuentran influidas por una multiplicidad de factores sociales, económicos y políticos, evidentes en una cultura occidental avasalladora en la imposición de formas de producción y consumo. También ese mismo estilo de vida ha generado una forma de comunicación materializada en medios que potencia el hiperconsumo y que influye en desvirtuar los valores locales.
Construir una racionalidad social y ambiental alternativa sustentable pasará inevitablemente por la construcción de una comunicación ambiental y ésta, a su vez, por una labor de difundir consciente del reto y capaz de enfrentarlo. De compartir y convencer más que manipular, desviar la atención o imponer.
Una orientación necesaria es la complejidad. La comunicación ambiental no se puede reducir a la información y fomento de hábitos parcelados, mecánicos y verticales como poner la basura en su lugar, separar los desechos, cerrar la llave del agua, alternar el pronto pago del vital liquido o apagar la luz, los cuales, sin duda son benéficos, pero de corto alcance y escaso valor educativo. La comunicación ambiental debe supera el voluntarismo desinformado y la acciones por moda. Es más bien un enfoque comunicativo centrado en las difundir prácticas permite profundizar en los valores culturales de una comunidad, el reconocimiento de su historia, su ubicación en un contexto histórico cambiante en el que el hombre y la naturaleza se entrelazan inevitablemente. Que obedece a inercias homogéneas no siempre acordes a las condiciones sociales y naturales de las comunidades cuyos efectos impactan de diversas maneras en la cultura y la vida propia. Una mirada que no renuncie a percibir las relaciones múltiples en tiempo y espacio de lo que se hace, se deshace o deja de hacerse es una oportunidad de construir una identidad sólida, siempre deseable como resultado de una información pertinente sobre el entorno.
Así, convendrá más hacer reflexionar por medio de mensajes claros y contundentes acerca, por ejemplo, del origen de los desechos sólidos que se producen en la ciudad, acerca de los motivos que llevan a consumir lo que más desechos genera, acerca de la forma en que se obtenía el agua en el pasado, la forma en que se conservaba y tal vez, la forma en que se fue contaminando y agotando, para proponer su manejo en forma sustentable; o también preguntarse desde cuándo la comunidad cuenta con energía eléctrica, cómo se produce y para qué se usa, qué beneficios trae, quién se beneficia más de ella, por qué es necesario cubrir sus costos y qué significado tiene en un contexto nacional, qué son las energías alternativas y/o renovables. Ejemplos de prácticas de comunicación ambientales susceptibles de reflexiones como las aquí propuestas son: las formas de recreación y turismo, la alimentación, la preparación de los alimentos, la forma de tratamiento de las enfermedades por curar o prevención, el uso de medios de transporte, el uso de útiles y materiales escolares, las formas de construcción de la vivienda, las fuentes de ingreso económico de la comunidad, las fiestas y tradiciones, el mejor aprovechamiento de los recursos naturales de la localidad, etcétera. Este tipo de temas generalmente recibe un tratamiento poco reflexivo que se reduce a “slogans” sin contenido significativo.

Conclusión
Lo ambiental en las últimas décadas ha generado una diversidad de discursos heterogéneos, que están marcados en forma definitiva por el uso y aprovechamiento de la naturaleza y de los recursos naturales ( Leff, 1998 I:25) que según determinados intereses o posiciones - con frecuencia antagónicas-se tengan. Es decir, que hay que partir de la base de que lo ambiental no puede entenderse desde sólo una posición. Es más bien un campo de batalla en la que entran en juego visiones, intereses económicos, perspectivas científicas, etc. Hay que reconocer que en este mar de desconcierto comunicativo se ha extraviado, el marino de la contundencia discursiva que posibilite contener y revertir la crisis ambiental y oriente la navegación hacia la sustentabilidad.
El objetivo del artículo es volver a rastrar la base de cuatro conceptos clave sin duda valiosos para la construcción de un modelo de comunicación ambiental, que primero alfabetice, después trasmita, informe, sensibilice, y construya alternativas hacía un futuro más promisorio de la presente y futura generación humana, con formas de producción y consumo más armónicas con la naturaleza.
En este contexto hacia la sustentabilidad, en el que muchos conceptos han de ser revisados y precisados vale la pena citar lo que Elizalde sostiene (2003), en su redefinición de lo que es el bien señala:

(…) Sólo aquello que en una perspectiva sistémica, mirando en escalas temporales transgeracionales, en dimensiones territoriales no sólo locales sino también globales, y además en miradas transculturales, sea capaz de generar bucles de retroalimentación positivos, causaciones circulares acumulativas, esto es sinergias, poteciamientos y enriquecimientos mutuos.
En educación ambiental será necesario establecer las formas operativas de difusión e intercambio, intervención que vayan dando sentido e integridad al modelo de comunicación para la sustentabilidad.

Referencias
- ARIZPE. L y Carabias J. , (1992), “ México ante el cambio global “, en : Antropológica , no. 3, Julio 1993, México , Universidad Nacional Autónoma de México .
- CARABIAS , J y Provencio E (1993), El enfoque del desarrollo sustentable. Una nota introductoria, Universidad Nacional Autónoma de México p. 15-26
- CARABIAS , J Provencio D., E. y Toledo C. (1994) Manejo de recursos naturales y pobreza rural. Sección de obras de ciencia y tecnología; México: Fondo de Cultura Económica, 138p.
- COMISIÓN MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE Y DEL DESARROLLO (1987) Nuestro Futuro Común, Madrid, España Alianza Editorial.
- ELIZALDE, A. (2003) Desarrollo Humano y ética para la sustentabilidad. México: Universidad Bolivariana.
- LEFF, E. (1976) Universidad y dependencia tecnológica. Deslinde; cuadernos de cultura política universitaria, 73; (México): Universidad Nacional Autónoma de México. Dirección General de Difusión Cultural, Departamento de Humanidades, 20 p.
———— (1994) Ecología y capital: racionalidad ambiental, democracia, participativa y desarrollo sustentable. 2 ed. corr. y aum.; Sociología y política: México: Siglo Veintiuno, 437p.
——— (1998)I El saber ambiental: sustentabilidad, racionalidad, complejidad, poder. I Economía ecológica y economía productiva Siglo Veintiuno. México
——— (1998)II El saber ambiental: sustentabilidad, racionalidad, complejidad, poder. II Globalización, ambiente y sustentabilidad del desarrollo. Siglo Veintiuno. México
——— (1998)III El saber ambiental: sustentabilidad, racionalidad, complejidad, poder. III El concepto de racionalidad ambiental. Siglo Veintiuno. México
- MARQUEZ. D. (1996) Los elementos del estilo de desarrollo Revista El Cotidiano. No.104. Universidad Autónoma Metropolitana: México.
- MIRES, F. (1996) La Revolución Que Nadie Soñó o La Otra Postmodernidad: La revolución microelectrónica; La revolución feminista; La revolución ecológica; La revolución política, La Revolución paradigmática .Venezuela: Nueva Sociedad.
- PACE, M. (1992) Las utopías del medio ambiente; desarrollo sustentable en la Argentina. Medio ambiente; Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 204p.
- RAMÍREZ, RT ( 1997) Malthus entre nosotros. Discursos Ambientales y la política Demográfica en México. Editorial Taller Abierto. México.
- SACHS, I., (1992), “Ecodesarrollo, desarrollo sin destrucción”, México, El Colegio de México.
- SECRETARÍA DE MEDIO AMBIENTE, RECURSOS NATURALES Y PESCA (1996) La transición hacia el desarrollo sustentable. México 74 p.
——— (1997) El desarrollo sustentable. Una alternativa de política institucional. Cuadernos. México p.79
- SORHUET, H. (2008) ¿Está ocurriendo? EL PAIS; Montevideo, Uruguay. 9 enero 2008
- SUAVE, L. (1997) Environmental and sustainable development: Furt her appraisal. En Canadian Journal of Environmental Education (1) 1: pp. 7-34


[1] Universidad Pedagógica Nacional 095. Maestría en Educación Ambiental
2 En 1968 se reunió en Roma un grupo de 35 científicos, políticos e investigadores, que provenían de 30 países distintos, conocido, dos años después, como el Club de Roma, para hablar de los cambios que se estaban produciendo en el planeta por consecuencia de acciones humanas. Para muchos ambientalistas, el primer informe de este Club, conocido como Los límites del crecimiento es el inicio de la preocupación mundial sobre el mundo, los recursos y la población.

[3] Para profundizar en este aspecto ver: de Mires F (1996) La revolución que nadie soñó o la otra posmodernidad. La revolución ecológica: palimpsesto de nuestro tiempo. Nueva Sociedad. Caracas Venezuela, y de Ramirez RT ( 1997) Malthus entre nosotros. Discursos Ambientales y la política Demográfica en México. Editorial Taller Abierto. México.
[4] Un ejemplo de esto son recientes documentales de entre los que destacamos Una verdad incomoda ( Guggenheim D. Estados Unidos: 2006), que es obra notable en la realización e impacto social (hasta un premio Nobel y un Oscar cinematográfico alcanzó), sin embargo, al final del film da una lista de tareas que incluyen acciones como: usar autos híbridos, bañarse con menos agua caliente, comprar alimentos frescos, etc. Culpabilizando a un probable ciudadano de cosas que muchas veces están fuera de su alcance. Desgraciadamente no es el único caso en los medios.

[5] Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático que se desarrolla en la isla Indonesia de Bali, Diciembre del 2007. Es de tal impacto las repercusiones que podrían tener estos los acuerdos de esta última Conferencia que si podríamos aspirar a un pacto mundial contra la producción de los gases de invernadero.

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