30 de marzo de 2008

La ametralladora (Cuento)

Angélica Jiménez Robles

Alicia era prácticamente una ametralladora. Desde tercero de preescolar mostraba indicios de un futuro brillante. Estuvo en ese grado con la maestra Emita, como le decían, ella era la mejor del kinder, las madres de familia se peleaban porque sus hijos estuvieran en ese salón, porque con la ayuda de “Mi libro maravilloso” y el “Silabario de San Miguel” al terminar el curso los niños y niñas sabían leer casi de corridito, tomaban el dictado a la perfección y hacían la letra preciosa y todo esto, aunque usted no lo crea, antes de cumplir los seis años.
-Los niños se adelantan mucho en este salón, ya llegan a la primaria muy avanzados- decían las mamás en la puerta de la escuela.

Cuando llegó Alicia a la primaria fue la sensación, era increíble que una niña tan pequeña leyera tan bonito, fue en el transcurso de los primeros años cuando su habilidad fue surgiendo como una bendición, era un prodigio escucharla, ya en quinto era toda una profesional, podía leer a una velocidad inusitada, las palabras le salían de la boca como catarata, como fuego, como el aire, fue en un concurso a nivel nacional de lectura rápida, donde explosivamente la audiencia empezó a vociferar, la ametralladora, la ametralladora, a partir de ahí fue conocida con ese sobrenombre.
En la olimpiada de lectura, las palabras salían de su boca como balas y herían de muerte al jurado, al público, ya que salían a la libertad; tomaban vida propia, se apoderaban de sus decisiones y de su futuro. Algunas, las más audaces, querían huir de la censura, retumbaba su sonido hacia el exilio en las paredes y luego, las muy cínicas, salían por puertas y ventanas. El eco se perdía en el cielo, dejando escritas palabras entre los almohadones de nubes.
Algunas palabras golpeaban a la concurrencia, “mole” se estrelló con todo su sabor en la falda blanca de la maestra de ceremonias. Lo peor fue cuando Alicia leyó una lista de refranes, porque “Tres tristes tigres lloraban tristemente” se pusieron a sollozar entre los pasillos y eso detonó un ataque masivo de pánico. Al llegar al conocido “Paricutirimicuaro se quiere desparacutirimicuar” brotó del estrado un volcán que lanzaba palabras candentes.

Las palabras que se escaparon bombardeaban la ciudad, un adjetivo calificativo en plural alcanzó a romper una ventana del Congreso de la Unión, entró con una resonancia casi infernal justo en el momento en que se discutía disminuir el gasto público para educación, la mayoría de los diputados querían que quedara en cuatro puntos, otros argumentaban que todavía podría quedar en tres, que se podría sacrificar a la educación pública en aras de que la privada que es tan eficiente, y de esta manera se lograría que se extendiera por todo en país. Unos pocos legisladores hablaban de la necesidad de aumentar el presupuesto, pero sus palabras se las llevó el viento, así como sus buenas intenciones. Justo en el momento que iba a iniciar la votación, UN ADJETIVO CALIFICATIVO SOEZ EN PLURAL acompañado de la frase SE VAN A IR AL INFIERNO, entró cómo ráfaga sonora en el recinto legislativo, hubo un silencio espectral, algunos legisladores se hincaron, otros se persignaron, oraban cada uno en su curul, creyeron que era una aviso divino, una llamada de atención del Todopoderoso por sus actos. Dicen que al otro día aumentaron el presupuesto, pero eso es sólo un decir, a la mejor el que aumentaron fue el de la partida secreta.La ametralladora ganó la medalla de oro en la olimpiada de la lectura con gran facilidad, no hubo concursante que pudiera competir con ella. A final del año escolar, recibió de las manos limpias del presidente de la República el premio Nacional de la Lectura, la rápida por supuesto, por haber leído más palabras por minuto desde que se tiene memoria. Algunas de las palabras que Alicia leyó estuvieron por meses sonando en el ambiente, a lo lejos se escuchaba el eco de las más necias, de esas palabras que se negaban a perderse en el infinito, de las que tomaron vida propia, como LIDIA, DIGNA, ERNESTINA, ACTEAL, AGUAS BLANCAS, OAXACA, CHIAPAS, ATENCO...eran muchas, una lluvia de letras que se quedaron vibrantes en los oídos y en las “Buenas conciencias”, de algunos cuantos. Un número se quedó pegado a una nube, como si fuera un lunar canceroso, dicen que era un 6 acompañado de un 8.

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